En primer lugar, hay que disipar el mito de que un escolta es una persona que agrediría a la gente por orden suya. Eso iría contra la ley y le apartaría de su tarea de defenderle.
Debe elegir una empresa especializada y de confianza que pueda mostrarle pruebas de sus acreditaciones, confirmarle que todos sus empleados son ciudadanos respetuosos con la ley y facilitarle información sobre sus perfiles psicológicos.
Puede contratarlos de forma permanente, en cuyo caso los guardias de seguridad pasan a formar parte de su círculo íntimo, o puede contratarlos para determinadas ocasiones o periodos de tiempo, como para traslados de valores o viajes a ciudades o naciones de alto riesgo.
No es extraño que la empresa a la que acuda quiera conocer información en profundidad sobre sus operaciones, ya que es su método para evaluar su perfil de riesgo y el entorno en el que opera con el fin de ofrecerle los mejores candidatos para sus necesidades.
El plan de seguridad, el número de agentes propuestos, la formación e incluso el género de los escoltas que le ofrezcan dependerán de si la protección es para una o varias personas, de si hay niños de por medio y de si alguna de las personas protegidas padece alguna enfermedad preexistente.
Las justificaciones para contratar a un guardaespaldas son obvias; cómo hacerlo depende de sus necesidades. Sin embargo, siempre debe asegurarse de que la persona tenga buena reputación y esté bien formada, y eso sólo se consigue acudiendo a una empresa con experiencia y una sólida reputación.